SEMANA 6- CAPÍTULO VIII Y IX
CAPÍTULO VIII
EL DIAGNÓSTICO
Al fin la vería el neurólogo famoso con quien la tal Patricia había conseguido esa cita morada.
Todo el rato estuve imaginando lo que el doctor les estaría diciendo. "Ojalá sean buenas noticias", pensé. Al rato llegaron, se veían serios y preocupados. La abuela pronto se encerró en su cuarto, quería descansar.
-¿Qué ha dicho el doctor, mamá?, pregunté con curiosidad.
Entonces mi mamá me dijo:
-Aun nada en concreto, hay que hacer unod cuantos análisis especiales.
En su mirada baja pude leer que las cosas no iban por buen camino. Entonces me acerqué y la abracé.
Durante los días siguientes le hicieron esos exámenes. Y le tomaron unas radiografías especiales.
Cuando todos los exámenes estuvieron completos, volvieron donde el especialista.
-Es una cita especial, una junta médica habrá varios doctores.
Durante toda la tarde estuve acompañando a la abuela, desde lejos, sin que se diera cuenta. me puse a hacer las tareas en mi habitación junto a la ventana, así podía observarla sin que ella me viera. Me habían dicho:
- Que pueda llamar a alguien si necesita ayuda. Si está tranquila y feliz, que haga lo que quiera.
Cuando se cansó de tejer, se fue a su habitación y durmió una larga siesta. Me acerqué a su habitación en punta de pies. "¿le habrá pasado algo?".
Me acerqué aún más. Cuando de pronto oí que resoplaba, a veces roncaba.
Cuando al fin llegaron, no se veía muy animados. Tras la puerta oí que lloraba. Entoces le pregunté a mi papá:
-¿Qué han dicho esos doctores?
Al fin me dijo:
- Lo que temíamos se hará realidad. Se le va a ir olvidando todo...
- Sí, su memoria se volverá una hoja en blanco.
En ese momento mi mamá salió de su cuarto y se sentó junto a nosotros.
- Hija, no habrá vuelta atrás. Debemos rodearla de cariño y esperar.
Con esa expresión entendí que esperaríamos a que llegara el final y seguramente abrí unos ojos grandes.
- Entonces, ¿se pondrá cada vez peor?
- Con seguridad así será.
- Llegará a olvidarlo todo, hasta su nombre, hasta la forma de tejer?
- Es posible que sí.
¡Qué terrible enfermedad!.
CAPÍTULO IX
MIS TEMORES
Mi mamá dejó de llorar y se tranquilizó un poco, entonces tocaron a la puerta. Era Patricia, la vecina. Cuando le contaron las malas noticias, comentó:
-Me lo imaginaba, los síntomas eran graves.
Dentro de mí, pensé: "valiente sabihonda, ¿por qué no lo dijo antes?". Y como si ella me leyera el pensamiento, agrego:
- No les había dicho nada para no ser mensajera de malas noticias.
Yo nunca había confiado en ella, afortunadamente se despidió pronto.
- Mamá, ¿esa enfermedad me puede dar a mí?
- A todos nos puede dar las enfermedades, me dijo al fin.
- ¿Esta enfermedad es la misma que tuvo la bisabuela?
- No es seguro pero posiblemente sí.
- Entonces,¿ tú crees que es una de esas enfermedades que le dan a varias generacionesde una familia?.
Me imaginé a mí misma unos años más tarde enferma, en sillas de ruedas, sin reconocer a nadie,sin saber quién soy. Ella entendió mi preocupación, pues me dijo:
- Tienes diez años y esa enfermedad no suele empezar sntes de los cincuenta, te queda mucho tiempo todavía y cuando llegues a esa edad ya habrán encontrado la cura.
Luego ella agregó:
- A mí me puede dar pronto, por eso ya he empezado a cuidarme.
- Y entonces, ¿qué podemos hacer por la abuela?
- Rodearla de cariño y esperar. Al día siguiente llegó la Patricia muy eufórica y nos dijo:
- En Madagascar hay una droga que hace milagros.
Las primeras veces que trajo "noticias médicas", como ella decía, nos ilusionamos, pero a los especialistas del hospital la bajaron de la nube.
Yo no podía apartar a mi abuela de mi cabeza, la miraba todo el tiempo, me alegraba si se acordaba de algo.
La enfermedad no retrocedió, pero por unos días Alicia no perdió más recuerdos. Entonces, un día mirándola tejer, me pregunté: "¿Qué tanto sabe ella de su enfermedad? ¿sufrirá mucho?".
Parecía que no. Se veía tranquila, tejiendo sin parar. Los que sufríamos éramos nosotros, los que conocíamos la verdad y no sabíamos qué hacer.
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